viernes, 18 de mayo de 2018

CAMINO PORTUGUÉS DEL INTERIOR. DÍA 1. DE TUY A MOS. SEGUNDA PARTE.


Antes de salir de la Capilla de Santiago al soleado exterior a continuar, o más bien empezar el camino, me quito el jersey y lo guardo en la mochila. Aunque ya son las once de la mañana, en la plaza le pregunto a un peregrino francés si me puede hacer una foto con mi cámara, anotando mentalmente para futuros caminos prescindir de objetos cada vez más innecesarios por lo que estoy viendo, como por ejemplo la botella del agua o el saco de dormir e incluir en su lugar algo tan imprescindible para el peregrino moderno y solitario como es un buen palo selfie...

Es domingo por la mañana y la plaza está más o menos animada, se escucha música y unos artesanos venden sus productos en sus puestos, me acerco a charlar con el cestero, un señor de mediana edad que lleva sombrero y con el que me pongo a hablar sobre la ruta del mimbre, me pregunta donde voy y le digo, iluso de mi que hasta Redondela…

Bajo por el pasadizo del convento de las Clarisas, hago alguna foto, me detengo en un antiguo lavadero con la luna y las estrellas talladas en sus piedras: el escudo de Tuy. Me encuentro tirada en el suelo una funda de Nikon vacía, la echo en la mochila para llevarla al menos hasta O Porriño por si aun la puede recuperar su dueño. 




Voy pensando en mis cosas y sigo caminando recto sin darme cuenta de que hay una señal para que gire a la derecha, por la Calle San Bartolomé… cuando llevo unos pasos en dirección equivocada unas chicas alemanas que van detrás de mi me dicen en inglés que no es por ahí, les doy las gracias un poco avergonzado por mi despiste y enfilo hacia la iglesia de San Bartolomé, que parece que está abierta, aunque encuentro la puerta interior cerrada, puede que estén en misa por lo que ni siquiera la empujo, perdiéndome así una joya del Románico (¡Qué Luis Cañas me perdone!), -ya la veré. -pienso no muy convencido- mientras hago unas fotos rápidas del exterior y del cruceiro y continuo el camino más pendiente ya de los azulejos con la vieira amarilla sobre fondo azul que de otra cosa. 







Dejo Tuy atrás, y empiezo a andar por un camino de tierra, paso un puente medieval y el monumento al peregrino, echo de menos otra vez un palo selfie... jajaja. Un poco más hacia delante encuentro un indicador que recuerda que vamos por la Vía Romana XIX, que prácticamente no dejaremos hasta Santiago y que sigue hasta Astorga. A paso de romano (o de Toro Astur que es más o menos lo mismo) estaría allí en tres o cuatro días a lo sumo y me sobraría tiempo para unos vinos, pero no tengo mucha pinta de romano, ni de Astur.  





Atravieso el Ponte das Febres, (¿con b o con v?) bueno, llamémosle de San Telmo, en el que hay un chiringuito caminero del que paso de largo para detenerme en un frondoso paraje a comerme un plátano que llevo mientras admiro los enormes árboles junto al camino, pasan las dos chicas alemanas y una de ellas al verme haciendo fotos de los árboles me dice en inglés que si me hace una foto antes de proseguir su camino. 












De puente a puente me lleva la corriente, y así llego al puente de Orbenlle, donde me encuentro a un joven repartiendo folletos, al principio pienso que se trata de propaganda de algún garito del Camino, pero se trata de un voluntario de la AGACS, Javier Marbán. Está repartiendo octavillas con el itinerario del Camino Portugués Orbenlle-Porriño, una alternativa mucho más agradable para el peregrino que la de recorrer el polígono industrial. Es la misma información que he recogido un par de Km antes en un paso subterráneo y que parece ser que alguien se dedica a quitar. Aunque el camino está bien marcado aparte de la balización oficial, me cuenta que hay un tramo donde presuntamente algunos hosteleros de la zona, por intereses comerciales, no dudan en borrar las flechas de la Asociación para pintar otras que te llevan de frente. La referencia de la octavilla es un bonito mural del Pórtico de la Gloria a la entrada del pueblo realizado por el pintor Xai Óscar. Justo a 130 metros de este mural es donde hay que girar a la izquierda. Me despido de Javier dándole las gracias, un abrazo y una flecha de Eduardo Busquiel tras hacernos unas fotos en el puente... -Al final va a ser que un palo selfie no es tan necesario para un peregrino solitario como yo- Me pregunta hasta donde voy, y yo, cada vez menos convencido, le digo que hasta Redondela. Me habla de dos sitios que me encontraré días después y de los que ya tendré ocasión de contar algo.  







Tras un par de Km hay un tramo en el que el camino transcurre justo en el mismo sentido que la corriente del agua y los rayos de sol, invitando a sentarse, descansar y refrescar los pies en el río. Por un lado siento el impulso de hacerlo, ya sabéis, una de esas llamadas del Camino, y tal, pero en el último segundo decido que he perdido mucho tiempo y que Redondela está aun muy lejos, por lo que sigo caminando, justo al doblar la curva me encuentro a las dos chicas alemanas que si han escuchado “la llamada del camino” y están disfrutando enormemente del sol con los pies dentro del agua, las saludo, les pido permiso para hacerles una foto y me despido de ellas sin volver a verlas jamas, pensando: “estas si que saben”.     





Como tampoco es cuestión de ir desglosando cada punto del rutómetro, y después de este episodio probablemente tengo a mi único lector ya deshidratado y de los nervios, decir que sigo avanzando tranquilamente, haciendo fotos y disfrutando del paisaje que brinda la etapa, saludando peregrinos, en su mayoría grupos de alemanes y algún portugués, y que por fin entro en un bar, el de la Asociación Recreativa Cultural San Campio de Pontellas, donde me como un buen bocadillo de lomo con un par de cervezas. Coincido en el bar con una pareja portuguesa muy simpática con la que acabaré entrando en Santiago y forjando amistad: Gabriela y Eduardo, mi tercera y cuarta flecha del camino, y de los que ya tendré ocasión de hablar y poner foto.




Alcanzo O Porriño a mi ritmo, “Girasoleando” entre el calor de las horas centrales del día, justo cuando la mayoría de peregrinos sensatos, los que han salido a una hora razonable y no se han detenido demasiado ya se están echando la siesta duchados y relajados en el albergue. Considero la posibilidad de detenerme aquí asumiendo ya que Redondela está complicado, pero quiero avanzar más para acortar distancias y encontrarme en un día o dos con mi amiga Aran Han, que va por delante con los pies llenos de ampollas, así que dejo el albergue municipal atrás y continuo. Por el camino me encuentro a una chica, se llama Lucia, como mi sobrina, y me ofrece alojamiento en su albergue privado llamado SendaSur, le digo que tengo pensado seguir, pero aun así me da información sobre ciertos puntos de interés que puedo ver en el pueblo, y que si quiero continuar no hace falta que llegue a Redondela, que puedo quedarme en Mos con toda seguridad. Me da tan buen rollo que le doy la quinta flecha del día (al final vas a tener razón Eduardo Busquiel). 



Hace mucho calor, así que tras parar brevemente en la plaza del pueblo, veo la Fuente del Cristo, la Capilla del Santísimo Cristo de la Agonía y el Cruceiro, y consciente de que me queda mucho por ver, continuo hacia la salida del pueblo, donde paro a hidratarme en la Cafetería Arume, donde me atiende un joven camarero muy atento y la guapísima dueña que llega al rato. Es en esta cafetería donde noto que el tendón de la rodilla derecha me está empezando a doler una barbaridad y los dos talones me pican de una manera muy característica: la que precede a la aparición de una ampolla…









Son las cuatro y media de la tarde y solo he hecho la ridiculez de 16 Km, algo que no entiendo cuando el otro día hice 20 km entre Olmeda de la cuesta y Villaconejos cargado con todo el equipo fotográfico y no presenté problemas. No sé, tal vez después de todo lo mejor sea no forzar y quedarse en O Porriño o tal vez volver a casa de Pablo a por el coche y hacer turismo por Galicia. Está siendo un día raro y esto no es lo mismo que hacer senderismo por mi pueblo. (Continuará)


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